martes, 14 de noviembre de 2017

Neofilia y neofobia alimentaria

Claude Fischler nos indica en su famoso libro "El (H)omnívoro" que los seres humanos estamos sometidos a un doble vínculo, a una suerte de contradicción con la que tenemos que convivir cuando se trata de alimentarse. Por un lado la neofobia, es decir la negación a probar alimentos nuevos, por el otro la neofilia, es decir la atracción que ejercen sobre nosotros los alimentos nuevos. El autor nos comenta que este doble vínculo se debe, justamente, a nuestra condición de omnívoros, a la situación mediante la cual no podemos satisfacer nuestra demanda alimentaria con un sólo tipo de alimentos. Esto hace que tengamos que elegir entre lo que conocemos y por lo tanto ponernos conservador y arriesgarnos a probar nuevos alimentos, que si bien pueden impactar positivamente, pueden tener un costado también peligroso.

Esta situación se hace mucho más notable, cuando viajamos a lugares en donde nunca antes estuvimos y de los cuales no tenemos experiencia directa con respecto a los alimentos que allí conseguimos. Frente a alimentos desconocidos, en lugares que visitamos por primera vez, reaccionamos en forma contradictoria, haciendo manifiesta la doble cara de la alimentación. Por un lado nos vemos tentados a probar las nuevas frutas, los nuevos platos que se nos ofrecen, por el otro desconfiamos aún hasta de las condiciones de producción de esas comidas. No hay salida recomendable a ese choque de criterios, salvo el de aplicar la máxima aristotélica de "ni exceso, ni defecto". Ni ser mezquinamente neofóbicos ni ser temerarios neofílicos.

No hay comentarios: