Reflexiones sobre la domesticación de plantas y animales

La domesticación de plantas y animales posee más de 6000 años. Sus transformaciones culturales modificaron el paisaje ecológico y social del mundo. Aumentaron la productividad reduciendo la variabilidad natural. Entre las decisiones que los seres humanos tuvieron que realizar cuando la emprendieron con la selección artificial, se encontraban características que se juzagaban deseables en los animales escogidos. Pero también se ponderaron propiedades que permitieran su manipulación.
La domesticación implica el control reproductivo de la especie que se somete al proceso. En su trayectoria temporal bien pueden haberse sucedido varias etapas, tal cual lo señalan los arqueólogos. El resultado final debe ser el manejo completo de su demografía. Es necesario pues, que la estructura social de esos animales semeje una pirámide con macho alfa a la cabeza, que pueda ser sustituído por el semental elegido. También deben ser relativamente dóciles, ya que no se debe correr un gran riesgo al intentar manipularlos.
La biotecnología implica un paso más en esa carrera desatada en el neolítico. Sin embargo, no es un paso cualquiera. En primer lugar sus implicancias no necesariamente son observables en el corto plazo. Al modifcar el genotipo y no el fenotipo (como sucedía tradicionalmente), las consecuencias, dada la naturaleza no lineal de esa relación, son impredecibles. La complejidad del fenómeno que va de la química de los genes a los rasgos fenotípicos, autoriza a hipotetizar sobre la sensibilidad de las condiciones iniciales. Un pequeño cambio que produce modificaciones sustanciales en todo el sistema.
Para colmo de males, las decisiones sobre estos cambios no le pertenecen a los pastores o agricultores, preocupados por su entorno local. No. El poder recae sobre las corporaciones multinacionales que pretenden ganancias globales. La estrategia alimentaria del futuro ya no está en manos de un poder distribuido. Se esconde ahora en unos pocos bolsillos concentrados.